sábado, 9 de septiembre de 2023

Animación a la lectura. Sobre Hispania 1.

ANIMACIÓN A LA LECTURA.  La Hispania romana

Hispania”

Lo primero que tenemos que señalar es que Hispania no es lo mismo que España, aunque, sin duda alguna, el término España haya derivado de Hispania. Otra cuestión interesante es cuándo podemos empezar a hablar de “España”, y aunque muchos sitúan el momento en la unificación de los distintos reinos peninsulares, es decir, de Castilla, Aragón y Navarra; sin embargo, no es tan sencillo, pues los historiadores debaten sobre cuál es el momento en que puede comenzarse hablar de España y sobre cuándo realmente todos los territorios estaban unidos. Es un debate sobre que queda muy lejos de nuestro tema y que abordaremos más adelante cuando llegue el momento.

Hispania, en cambio, es el nombre que recibía todo el territorio de la península ibérica y, por tanto, incluye a los actuales territorios peninsulares de España, a Portugal y, en ocasiones, también llegó a extenderse a algunas regiones del sur de Francia y/o del norte de Marruecos. La etimología de Hispania, sin embargo, no está clara, y no existe una opinión que se haya aceptado mayoritariamente. La más conocida afirma que Hispania es un término púnico que significaría “tierra de conejos”. Por su parte, los griegos solían llamarla Iberia, sin duda alguna derivada del nombre del pueblo que habitaba antiguamente las costas mediterráneas, los íberos. Pero como te dije, esto no está del todo claro. Si deseas saber más sobre el tema pincha aquí.

La dominación romana

El comienzo de la presencia romana se sitúa en el  218 a.C. con motivo de la Segunda Guerra Púnica. En dicha guerra, Aníbal había partido de Hispania hacia Roma y a los romanos les interesaba cortar las vías de comunicación entre el general cartaginés y sus bases en Hispania. Cuando, al final, Cartago perdió la guerra, Roma se quedó con sus territorios hispanos en el 201 a.C. y a los cuatro años, en el 197 a.C., se produce la primera división territorial: una Hispania citerior y otra Hispania ulterior, es decir, una “Hispania más cercana” y otra “Hispania más lejana” (respecto a Roma, claro está).

Esta, por supuesto, no es más que una división administrativa romana: los habitantes indígenas de la época se organizaban en confederaciones de tribus más o menos organizadas pero todas ellas ferozmente independientes. Y, por supuesto, tenían una idea diferente a la de los romanos y en su mayoría no aceptaron el dominio romano sin más, por lo que los primeros 100 años de dominación romana estuvieron marcados por constantes guerras y ataques hispanos que consiguieron poner en un brete al poderoso ejército romano. Debemos destacar dos episodios fundamentales en esta resistencia: Numancia y Viriato.

Numancia

La ciudad de Numancia, cerca de la actual Soria, fue la capital de una confederación de tribus hispanas que desde el 153 a.C. se enfrentaron con mucho éxito a las tropas romanas. 20 años más tarde, en el 133 a.C., le correspondió a uno de los sucesores de Escipión, el llamado Escipión Emiliano, acabar con los irritantes numantinos que tantos dolores de cabeza estaban causando al dominio romano. Al frente de un ejército de 60.000 soldados —Numancia, seguramente, contaría con unos 5.000 habitantes—, Escipión se dedicó metódicamente a aislar Numancia de sus aliados, atacando primero a estos y, después, rodeando con un muro de 9 km. toda la ciudad; además, para protegerse de un ataque enemigo mientras estaba asediando la ciudad, construyó otro muro para protegerse frente a los enemigos, una táctica que repetirá años más tarde César en sus guerras contra los galos.

Así lo cuenta Apiano (Historia de Roma, 6, 90): “… No mucho después, estableció dos campamentos muy próximos a Numancia y puso al frente de uno de ellos a su hermano Máximo, en tanto él en persona se encargaba del otro. A los numantinos, que con frecuencia salían fuera de la ciudad en orden de combate y le provocaban a la lucha, no les hacía caso alguno, porque consideraba más conveniente cercarlos y reducirlos por hambre que entablar un combate con hombres que luchaban en situación desesperada” …

A pesar de estar rodeados por todos los lados, sin tener acceso a comida ni refuerzos, los habitantes de la ciudad resistieron el asedio durante más de un año y la carencia de alimentos obligó a los habitantes a comerse cualquier cosa de la ciudad e, incluso, llegar al final al canibalismo. Aun así, llegó un punto en el que ya no podían resistir más y se rindieron, aunque la mayoría de los habitantes prefirieron suicidarse y quemar la ciudad antes que entregarse a los romanos: de aquí procede la expresión “resistencia numantina”.

Así lo cuenta Apiano (Historia de Roma, 6, 90): “…No mucho después, al faltarles la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin hierba, comenzaron a lamer pieles cocidas [...]. Cuando también les faltaron las pieles, comieron carne humana cocida, en primer lugar, la de aquellos que habían muerto, troceada en las cocinas [...] Al encontrarse en una situación tal, se entregaron a Escipión. Éste les ordenó que en ese mismo día llevara sus armas al lugar que había designado y que al día siguiente acudieran a otro lugar. Ellos, en cambio, dejaron transcurrir el día, pues acordaron que gozaban aún de la libertad y querían poner fin a sus vidas. Por consiguiente, solicitaron un día para disponerse a morir"…

Viriato

La otra gran resistencia contra Roma entre las tribus hispanas la encabezó Viriato, caudillo de los lusitanos, una confederación de tribus que ocupaba la mayor parte de Portugal —de ahí que todavía hoy se diga “lusos” a los portugueses—, que fue elegido para tal puesto en el 147 a.C. Durante 7 años, los lusitanos consiguieron derrotar tan contundentemente a los romanos que estos se vieron obligados a firmar la paz con ellos, ocupados como estaban también con las guerras contra Numancia.

Tanto éxito, sin embargo, tuvo un final triste: el general romano Quinto Servilio Cepión, que asumió el mando de la Hispania Ulterior, comprendió que era imposible derrotar a Viriato en el campo de batalla, por lo que decidió optar por la traición y sobornó a unos embajadores lusitanos para que lo asesinaran. No obstante, cuando estos volvieron a reunirse con él para comunicarle que habían cumplido con su tarea y que querían el dinero, decidió ejecutarlos y los “recompensó” con la siguiente frase: “Roma no paga a los traidores que asesinan a sus jefes”.

  Las guerras cántabras

    Tras la derrota de estos principales baluartes hispanos, la resistencia hispana se calmó y Roma fue extendiendo su dominio lento, pero constantemente hasta que, en la época de Augusto, únicamente los territorios del Norte de la península quedaban fuera del control romano, lo que actualmente se correspondería con Asturias, Cantabria y País Vasco. Sin embargo, en el 29 a.C. el recién llegado al poder (unipersonal) Augusto necesitaba una inyección de popularidad, y decidió que ninguna otra maniobra política le sentaría mejor que encabezar la guerra contra los únicos focos de resistencia en Hispania, los astures y los cántabros.

No obstante, como ya sucedió con las primeras etapas de la dominación romana, los indígenas no parecían muy satisfechos con la idea, especialmente los cántabros: mientras que los astures se rindieron con relativa facilidad tras 3 años de guerra, los cántabros resistieron a las legiones romanas durante 10 largos años hasta que al final, de una forma muy similar a la de los numantinos, prefirieron suicidarse antes que someterse.

Las (re-)organizaciones territoriales

De forma paralela a la guerra cántabra, se reorganizó el territorio de Hispania en tres provincias, cada una con su gobernador.

1.- La antigua Hispania citerior se alargó hasta las costas gallegas y formó una grandísima provincia que abarcaba más de la mitad de los territorios hispanos. Su capital estaba en Tarraco (actual Tarragona), por lo que recibió el nombre de (HispaniaTarraconensis, y era la única provincia que disponía de una guarnición militar (a causa de las guerras cántabras y las posteriores revueltas que hubo en la región del norte).

2.- La antigua Hispania ulterior se extendió hasta las costas atlánticas, pero quedó dividida en dos bloques.

La primera, la (HispaniaBaetica se corresponde a grandes rasgos con la actual Andalucía, pues comprende básicamente el valle del Guadalquivir, y tenía por capital a Corduba, la actual Córdoba

La segunda parte, la (HispaniaLusitania ocupó buena parte del actual Portugal y Extremadura y tuvo por capital a Emerita Augusta, la actual Mérida.

3. Finalmente, el último cambio en la organización territorial vendrá en época de Diocleciano, que reformará la administración de todo el Imperio. Esta reforma, básicamente, dividirá la Tarraconensis en tres provincias: una Tarraconensis más reducida y unas Gallaecia y Carthaginensis con capital en Lucus Augusta (Lugo) y Carthago Nova (Cartagena).

Las principales ciudades romanas y las vías de comunicación de Hispania.-

El interés romano en los territorios hispanos fue, sobre todo, económico: las montañas hispanas poseían abundantes depósitos de plata y oro y, además, la tierra era muy fértil: de hecho, la arqueología ha descubierto recipientes de aceite hispano por todo el territorio del Imperio. Pero para poder aprovechar estos recursos se requerían asentamientos que trabajaran estos recursos y buenas vías de comunicación, que se construían siempre de acuerdo a unos parámetros fijos para facilitar su uso. Hay dos vías que debemos destacar especialmente:

- La vía Augusta: que conectaba directamente a Tarraco con Roma; y recorría la península desde Tarraco hasta Gades (Cádiz) siguiendo la costa.

- La vía de la Plata: esta vía conectaba Emérita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga) en el Norte. Todavía se encontraba en perfecto estado de conservación en tiempos de los Reyes Católicos.

Entre estas dos vías se construyeron muchas otras vías, como la Vía del Norte (que unía Tarraco y Asturica) o la del Atlántico (que seguía el litoral portugués desde Lucus Augusta... y un sinfín de caminos secundarios, peor pavimentados y distribuidos, que comunicaban todos los puntos de Hispania con el resto del Imperio y, además, facilitaban que las costumbres romanas se introdujeran en los pueblos romanos. Esto que habéis podido ver a pequeña escala en Hispania se aplicó a todo el imperio, razón que explica el dicho: “todos los caminos llevan a Roma”. Todas estas vías principales se construían de acuerdo a un esquema fijo y determinado en todo el imperio. Si te interesa ver cómo se construían y sus características PINCHA AQUÍ.

 

CUESTIONES:

1.      ¿Cuál es el debate en torno al origen etimológico de la palabra “Hispania”?

2.     ¿Cuál es el origen de la división provincial de Hispania en época romana y qué circunstancias hace que vaya variando con el paso de los años?

3.     ¿A qué crees que debe la expresión “defensa numantina? Explica la respuesta y da un ejemplo.

4.     ¿A qué se aplica hoy día la expresión “Roma no paga traidores? Explica su origen.

5.     ¿Enumera cinco razones por las cuáles las calzadas romanas eran tan importantes?

6.     ¿Puedes justificar la expresión: “todos los caminos llevan a Roma”?

7.     ¿Qué te recuerda el trazado de las vías romanas?

8.     ¿Qué características tenían las calzadas romanas y cómo se construían?

 

PUEDES DESCARGARTE EL DOCUMENTO AQUÍ. 

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