Autor: César Cervera Moreno.
Editorial: La Esfera de los Libros, 2020.
Formato: tapa blanda (440 páginas, 20,90 euros)
El libro ‘Los Borbones y sus locuras’ analiza los avatares sociales, humanos y políticos que forjaron los reinados de esta familia real entre los siglos XVIII y XX
En el fondo, César Cervera (Candeleda, 32 años) sostiene que lo de los Borbones en España se asemeja mucho a una cata de melones. Pruebas uno y el resultado es excelente, pleno, sabroso, dulce… Así que te animas a abrir el siguiente y no das crédito: insípido, amargo o directamente podrido. Y todos proceden del mismo campo. Aun así, sigues con la cata en décadas o siglos posteriores y los resultados son parecidos: no encuentras dos buenos seguidos. Los Borbones y sus locuras (La Esfera de los Libros) no es un relato de desesperanza, sino una fotografía llena de anécdotas de los reinados de esta familia —lo de la invasión de Inglaterra por 307 infantes españoles en 1719 se le queda corto al lector— que se han sucedido en España desde que el Austria Carlos II dijese antes de fallecer el 1 de noviembre de 1700 “me duele todo”.
Felipe V —nieto del rey francés Luis XIV y que ganó el trono tras vencer en la Guerra de Sucesión a los Habsburgo— fue el primero en iniciar en España una dinastía que remonta sus orígenes a la Francia del siglo X bajo la familia Capeto y que emparentó en 1272 con Beatriz, señora de Borbón, un territorio justo en el corazón geográfico del país vecino. Una familia que llenó de reyes y reinas toda Europa durante siglos, y que terminó recalando en España como podía haberlo hecho en cualquier otra nación del continente. Eso sí, luego se hicieron profundamente españoles y prohibieron, incluso, que nadie que no hubiese nacido en territorio patrio pudiera reinar nunca.
A Cervera se le nota cierta admiración por algunos de estos monarcas —incluido el valiente Felipe V, que se presentaban en persona en las batallas para defender su reino, aunque terminó sus días loco creyéndose una rana—, y un enorme desprecio por otros, no por sus equivocadas y desastrosas decisiones, sino por su indolencia o por permitir que las llaves del Gobierno estuvieran en manos de esposas, amantes, amigos o directamente enemigos de la Corona. Fernando VII es la diana de los desprecios de este escritor-periodista, al que califica de “criatura desconfiada, glotona, vulgar, pesetera, egoísta, autoritaria, cobarde, hipócrita, mentirosa, malvada y peligrosa”. Por si a este monarca le faltase algo, lo describe, además, como calvo que “desde joven portó el resto de su vida un peluquín” y con “una obesidad fuera de control”. Parece algo personal contra el fundador del Museo del Prado.
De todas formas, hay mucho de “y si…” en este libro. Y si el infante Gabriel no hubiera muerto de viruela, el único de los vástagos de Carlos III que conseguía que el rey “levantara con rapidez la cabeza, como si fuera un perro que sospecha que le van a sacar a pasear”; y si Carlos IV no hubiese destituido al efectivo conde de Aranda por el incompetente y bello Manuel Godoy, y si Fernando VII no hubiese comprado cinco navíos podridos a Rusia para ir a la guerra en América y hubiera dedicado esa ingente cantidad de dinero a reformar los astilleros andaluces…
El libro no descubre nada, pero pone en línea y recupera sabrosas anécdotas que marcaron el derrotero de la familia y, por tanto, de la nación. El autor analiza los porqués de sus iniciativas, intenta comprenderlas, se desespera y como no puede, termina bromeando sobre las decisiones tomadas por reyes y reinas. Algo así como si no puedo ganar la guerra, voy a llamar por teléfono “al enemigo” y hacemos unas risas. En un país a punto de reventar por los cuatro costados, presionado por las potencias extranjeras, con huelgas salvajes que se saldaban mediante tiros o atentados, Alfonso XIII producía mientras películas de contenido pornográfico con el conde de Romanones o se marchaba a conocer los más bajos fondos de la capital. Por ejemplo.
Pero no solo los monarcas son objetivo del libro de Cervera, sino también sus familiares más cercanos, como fue el caso de Josefa de Borbón, hermana del decimotercer Alfonso, casada con el periodista José Güell, pero profundamente enamorada de otra mujer. Güell decidió ponerle vigilancia para estar informado. Cuando la Borbón lo descubrió, le metió una estocada por la espalda que se quedó a solo un centímetro del corazón. Güell pidió el divorcio y ella siguió con sus amores.
Con las reinas, por lo general, el autor parece más benevolente y, por ejemplo, describe a Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, como una persona de “carácter despierto, inteligente, independiente, culta y con gran fuerza de voluntad”, que formó con su marido “una dualidad política desconocida desde tiempos de los Reyes Católicos. Tanto monta, monta tanto”. Claro, que luego llegó Luis I, casado con una “adolescente caprichosa, grosera y dada a olvidarse la ropa interior por los rincones de palacio” y que se dirigía a los embajadores extranjeros mediante eructos, que le eran respondidos de igual manera por los enviados. “Hemos hecho una terrible adquisición”, admitió Farnesio con respecto a su nuera, la francesa Luisa Isabel de Orleáns; así que cuando Luis I dejó este mundo de palacios, la empaquetaron para su país de origen.
A Isabel II la trata como una ignorante llena de buenas intenciones, pero sin formación suficiente para distinguir el bien del mal político. “Un ser humano desorientado e inmaduro que pasó el resto de la vida buscando el País de Nunca Jamás, aunque en su versión más picante, que miraba a sus ministros desconcertada cuando le hablaban de cuestiones complejas y que no recibió la instrucción adecuada para enfrentarse a los retos de la era liberal”, escribe Cervera, y remata con una cita de la propia reina: “Pónganse ustedes en mi caso. Metida en un laberinto, por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara. Si alguno me encendía una luz, venía otro y me la apagaba”.
El libro, que disecciona a los principales miembros de la familia desde 1700, acaba con un epílogo desconcertante, además de que rehúsa analizar los reinados de Juan Carlos I y Felipe VI. Algo así como si tras estos dos últimos y buenos monarcas —Corina mediante— el autor dejase caer que la racha de amargura en el paladar del pueblo español tras tanta cata se ha roto para siempre. Prefiere no escarbar o considera, simplemente, que aún no pueden ponerse bajo el microscopio histórico. Un libro ameno para conocer la historia de España desde los tronos, aunque le falte, por lo menos, un capítulo. “O casi”, que son las dos últimas palabras que escribe Cervera en este entretenido y documentado ensayo.
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