3.
LA BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XIV Y XV)
El desarrollo político y económico delos tres grandes reinos
peninsulares (Corona de Castilla, reino de Navarra y Corona de Aragón) durante
los siglos XIV y XV es bastante diferente entre sí. Ello responde a dos modelos
bastante divergentes, que son el reflejo de formas distintas de organizar los
territorios.Mientras que el reino de Castilla plantea un modelo unitario que
caminará hacia la formación de una monarquía autoritaria, la corona de Aragón
presenta un sistema típicamente feudal basado en el pactismo entre las Cortes y
el Rey.
La Corona de Castilla, desde su unificación en 1230
(Castilla y León), generó un proceso de centralización administrativa y de
creación de un derecho general monárquico, el Código de las Siete Partidas (Alfonso X), que estableció una cierta
uniformidad jurídica del reino, y quedó definitivamente asentado en el Ordenamiento de Alcalá promulgado por
Alfonso XI en 1348. Este proceso centralizador contó con la oposición de la
nobleza y los concejos, al reforzar el poder real. Solo las tierras vascas
incorporadas a Castilla siguieron rigiéndose por sus normas habituales y sus
fueros particulares.
En la Corona de Aragón, el poder nobiliario impulsó el
pactismo, por el cual el monarca veía limitadas sus atribuciones. Así, el
ejercicio del poder se basaba en un equilibrio entre el poder real y las
diferentes instituciones, y el monarca estaba sometido al control de la nobleza
a través de las Cortes. El pactismo quedó definitivamente consolidado a finales
del siglo XIII, cuando Pedro III dotó a la Cortes de la función legislativa,
hasta entonces exclusiva del monarca. Las leyes se aprobaban en común y el rey
se comprometía a respetar las leyes de cada reino (en Cataluña los Usatges, en Aragón los Fueros y en Valencia los Furs)
Las Cortes eran la reunión de los tres brazos
o estamentos (nobiliario, eclesiástico y ciudadano) con el rey. El monarca
solía convocarlas para pedir recursos económicos para sus campañas militares
(subsidios). Las primeras Cortes que se crearon en la Península fueron las del
reino de León en el año 1188 y, más adelante, las del reino de Castilla (1217).
Con la unión de los reinos de Castilla y León, las Cortes comenzaron a
convocarse juntas. Las Cortes castellanas mantuvieron siempre un carácter
consultivo y de aprobación de los subsidios.
En la Corona de Aragón, cada reino tenía sus propias Cortes (Aragón,
Cataluña y Valencia). A diferencia de Castilla, gozaban de una cierta función
legislativa y votaban los impuestos. A partir del siglo XIV se creó en Cataluña
una delegación permanente de las Cortes, que recibió el nombre de Generalitat y cuya función era recaudar
impuestos y vigilar por el cumplimiento de las leyes.
3.1.
Crisis en la corona de CASTILLA
Los nobles
quisieron afianzar su predominio en la sociedad e imponer su voluntad a los monarcas.
La alta nobleza y la Iglesia se opusieron a Pedro I de Castilla (1350-1369) porque quiso someterles, y apoyaron
a su hermanastro Enrique de Trastámara. Tras años de guerra civil (1366-1369),
el bando nobiliario consiguió vencer y proclamar rey a Enrique II (1369-1379), que inició la dinastía Trastámara en
Castilla. Pero la nueva casa reinante también intentó fortalecer su poder a
través de centralizar el poder, y por ello se limitaron la funciones de las
Cortes y se impulsó el desarrollo de instituciones reales como la Audiencia (1371) o la reforma del Consejo Real (1385). La nobleza no lo
aceptó y se enfrentó a este aumento del poder de la monarquía. Entre 1419 y
1479 se formaron numerosos bandos nobiliarios que dieron lugar a numerosas
guerras civiles. En el reinado de Juan
II (1406-1454) se enfrentaron los partidarios de la monarquía, los infantes
de Aragón y la alta nobleza castellana. Ganó la alta nobleza y dominó en
tiempos de Enrique IV (1454-1474),
dando lugar a un periodo de anarquía y escasa autoridad real. A la muerte de
este rey de nuevo estalla otra guerra civil (1474-1479) entre la hermana del
rey, Isabel, apoyada por la nobleza, y la hija de Enrique IV (Juana la
Beltraneja).
3.2.
Crisis y decadencia en la corona de ARAGÓN
Las
dificultades económicas y financieras que afectaron a Cataluña, unidas a las
catástrofes demográficas y al colapso comercial provocado por el avance turco
en el Mediterráneo, coincidieron con el problema de la sucesión dinástica tras
la muerte, sin descendencia, del último monarca de la Casa de Barcelona, Martín I el Humano (1410).
La
crisis política se resolvió mediante el Compromiso
de Caspe (1412), que reunió a representantes de los tres territorios
(Aragón, Valencia y Cataluña) en dicha ciudad para elegir monarca entre los
distintos candidatos. Se nombró a Fernando
de Antequera, con lo que una rama de los Trastámara castellanos pasó a
reinar en la Corona de Aragón. Los Trastámara intentaron reforzar la autoridad
monárquica y se encontraron con la oposición de las clases privilegiadas. Alfonso V el Magnánimo buscó el apoyo
de los payeses remensas(siervos
agrícolas), pero lejos de solucionar el enfrentamiento, en tiempos de Juan II de Aragón (1458-1479), se
produce una guerra civil (1462-1672) que enfrentó al monarca con las clases
dirigentes catalanas, a estas con los campesinos remensas y los grupos de poder
de la ciudad de Barcelona entre sí por el control de la misma. Finalmente, Juan
II logró imponerse y optó por la reconciliación (Capitulación de Pedralbes de 1472), aunque sin dar solución a los
problemas que habían provocado la guerra. La pacificación del campo no se
realizó hasta el año 1486, con la Sentencia
Arbitral de Guadalupe, dictada por el nuevo rey Fernando el Católico, que abolió definitivamente la remensa y los
malos usos, pero confirmó el régimen señorial.
4.
LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD DE LOS REINOS CRISTIANOS
Durante los siglos IX al XI la economía de los
reinos y condados cristianos se basó casi exclusivamente en la ganadería y la
agricultura, orientada hacia el autoconsumo, igual que la pequeña producción
artesanal local. A partir del siglo XII,
la situación cambió. En la Corona de Aragón la conquista de tierras de Lleida y
de Tortosa a los musulmanes reactivó la agricultura, pero sobre todo permitió
la conexión con las rutas comerciales del Mediterráneo. Muy pronto, las
ciudades costeras, especialmente Barcelona, se especializaron en un comercio de
reexportación de productos del Norte (Francia y Flandes) y locales (pieles,
armas, aceite) hacia otros lugares del Mediterráneo.
También en León,
Castilla y Navarra, el avance de la frontera hasta la línea del Tajo hizo
posible una mayor estabilidad, el crecimiento demográfico, el aumento de la
agricultura y la artesanía y la venta de excedentes. Aparecieron nuevas ferias
y mercados y, además, las numerosas parias cobradas a los reinos de taifas y la
consolidación del “Camino francés” de
la ruta de Santiago activaron el comercio a larga distancia.
Los siglos XII y
XIII habían sido de expansión económica en toda Europa y, como hemos visto,
también en los reinos hispánicos. Pero la llegada a Occidente de una terrible
epidemia, conocida como la Peste Negra
(1348), inauguró una etapa de catástrofes demográficas, crisis agrícolas y
enfrentamientos sociales (siglos XIV y
XV). Entre 1310 y 1346 se sucedieron malas cosechas que provocaron la
desnutrición de la población y una gran mortalidad con la llegada de la Peste
Negra. La disminución del número de campesinos provocó el abandono de
explotaciones agrícolas y una bajada de la producción. La nobleza impuso nuevos
impuestos y los campesinos se levantaron contra el endurecimiento de la
servidumbre. En las ciudades se producen revueltas por la falta de
abastecimiento y en el ámbito políticose inicia un periodo de luchas entre
nobleza y monarquía por imponer su autoridad.
4.1.
Economía en Castilla
En Castilla, a
partir de los siglos XII-XIII, la ganadería pasó a convertirse en el factor
fundamental del desarrollo económico. Las enormes extensiones de tierra
conseguidas con la conquista del territorio andalusí fomentaron la cría de
ovejas merinas, que producían una lana de gran calidad, y que tenía mucha demanda en Europa. Esto impulsó el enriquecimiento de los
grandes propietarios de ganado (monasterios, concejos y nobles) a costa de los
agricultores, que vieron cómo se frenaba el crecimiento de la producción
agrícola.
Para promover la
ganadería se creó el Honrado Concejo de
la Mesta (1273), que agrupaba a los ganaderos y organizaba la trashumancia
(las cañadas, los privilegios de paso, etc.). La invasión de las tierras de
cultivo por los rebaños provocó numerosos conflictos con los agricultores, en los
que la monarquía, también propietaria de grandes rebaños, siempre favoreció a
la Mesta.
La Corona de
Castilla mantuvo una economía basada en la exportación de materias primas (lana
castellana y hierro vasco) a través de Burgos y los puertos del Cantábrico y en
la importación de productos manufacturados. Los beneficios de la exportación de
lana se concentraron en manos de la nobleza y del alto clero, que se
consolidaron como los grupos sociales más ricos y poderosos de Castilla, pero
dificultó el desarrollo de las manufacturas locales (Cuenca, Béjar, Zamora,
Ávila y Segovia), que tenían que soportar la competencia de las telas
importadas de los Países Bajos. Esta situación obstaculizó el nacimiento de una
burguesía que pudiese servir de contrapeso al poder de la nobleza.
4.2.
Desarrollo económico en la Corona de ARAGÓN
En las tierras
aragonesas se consolidó una sociedad agraria con grandes propietarios
nobiliarios, en la que tuvo mucho peso la ganadería ovina. La ganadería de
secano era socialmente de cereales (trigo), pero existía una próspera
agricultura de regadío en las zonas de influencia musulmana, en las que los mudéjares
mantenían los riegos y las acequias, y en las ricas huertas valencianas. En las
ciudades se multiplicaron las actividades artesanales (textil, metalurgia,
naval, etc.), que se vieron estimuladas por el comercio marítimo, impulsado
desde los puertos de Barcelona, Palma y Valencia.
Desde el siglo
XIII al XV, la Corona de Aragón desarrolló un floreciente comercio
internacional en el mar Mediterráneo. Las rutas más frecuentes se dirigían
hacia Cerdeña y Sicilia, el mar Egeo, el Imperio bizantino y el Norte de
África. Los barcos salían cargados con tejidos, aceite, herramientas y armas de
hierro. De regreso traían especias, tejidos de seda y trigo. Para defender los
intereses de los comerciantes en los principales puertos del Mediterráneo se
crearon los Consulados de Mar. Estas
actividades favorecieron el desarrollo de una influyente burguesía comercial
que ejerció el control de las instituciones ciudadanas.
Pero las
catástrofes demográficas y agrícolas del siglo XIV provocarán el colapso del
comercio marítimo, sobre todo en Cataluña, unido al avance de los turcos en el
Mediterráneo. La disminución del comercio provocó la reducción de la demanda de
productos artesanales y manufacturados, y las actividades urbanas fueron
menguando.
La monarquía y
los municipios vieron reducir sus recursos como consecuencia de la disminución
de los impuestos que recaudaban del comercio y las actividades artesanales y
manufactureras. Todo ello favoreció la transformación de muchos nobles y
burgueses en rentistas, que abandonaron la inversión productiva o comercial,
para invertir en deuda y hacer de prestamistas. En consecuencia, las
actividades productivas decayeron aún más y agravaron la decadencia económica
de Cataluña.
La crisis, que se
mantendría durante las dos centurias siguientes, comportó el declive de la
actividad artesanal y comercial en las ciudades de Cataluña, y su empuje
económico decayó. Mientras, Valencia se recuperó con mayor rapidez, convirtiéndose
en el principal puerto comercial y centro económico de la Corona de Aragón a lo
largo del siglo XV.
4.3.
la sociedad
La sociedad
medieval estaba articulada alrededor de tres estamentos: la nobleza y el clero
constituían los grupos privilegiados, mientras el estado llano estaba formado
por el campesinado y una incipiente burguesía de las ciudades. Los
privilegiados basaban su poder en la posesión de tierras, estaban exentos del
pago de impuestos y sometidos a leyes especiales.
La España
medieval no siguió exactamente los patrones de feudalización de otros lugares
de Europa. La ocupación musulmana, la guerra intermitente, pero constante
durante cinco siglos, y las formas de repoblación del territorio, originaron
formas de poder monárquico y nobiliario diferentes y condicionaron la categoría
social y jurídica del estado llano.
Dentro de los privilegiados
podemos incluir:
-
La alta nobleza, que con las repoblaciones se convirtió en propietaria
de grandes extensiones de tierra.
-
La pequeña nobleza (hidalgos, infanzones, caballeros, etc.), que al
finalizar el proceso de conquista fue empobreciéndose paulatinamente.
La vinculación de
la tierra a los linajes nobiliarios se consolidó en el siglo XIV con la
institución del mayorazgo, que
permitía mantener el patrimonio a estas familias porque no se dividía.
-
El clero, que poseía también grandes señoríos, cuyos ingresos se
completaban con el obligado pago del diezmo.
Los campesinos constituían la mayor parte
de la población, pero su situación no era homogénea. En la mayor parte del
Norte peninsular predominaban los campesinos libres y propietarios de pequeñas
extensiones, mientras que en Cataluña estaban sujetos a servidumbre. En el Sur,
el avance de la conquista cristiana supuso la configuración de grandes señoríos
nobiliarios y eclesiásticos trabajados por campesinos también en régimen de
servidumbre.
La burguesía conoció una notable expansión
a partir del siglo XIII con el crecimiento de las ciudades, sobre todo en la
Corona de Aragón, donde el desarrollo de actividades manufactureras y comerciales
enriqueció a este grupo social, que fue ganando influencia. La burguesía se fue
convirtiendo en la gran financiera de las monarquías a través de su
representación en las Cortes y en los concejos municipales.
Existían dos
importantes minorías, los judíos y
los mudéjares, así como algunas
formadas por mercaderes de otros reinos (genoveses, francos, etc., muchas veces
protegidos por los monarcas). Los primeros habitaban en las juderías de las
ciudades y se dedicaban preferentemente al comercio, a la artesanía y al
préstamo. Las relaciones con los judíos fueron buenas hasta el siglo XIII,
cuando empezaron a ser frecuentes las persecuciones y asaltos a las juderías (progroms).Los mudéjares, musulmanes que
no habían huido tras la conquista cristiana, se dedicaban fundamentalmente al
cultivo de la tierra. Aunque vivían marginados, no fueron perseguidos debido a
su situación de pobreza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario