FACTORES DEL PROCESO DE ROMANIZACIÓN
La presencia romana en la Península Ibérica
abarca desde finales del S. III a.C hasta finales del s. V d.C, cuando se
produce el desmembramiento del Imperio que favoreció el asentamiento en
Hispania de algunos pueblos germánicos.
En este
sentido, la romanización es el proceso
de transformación gradual de los pueblos prerromanos que habitaban en la Península, en ciudadanos
del Imperio Romano. Este proceso consistió en la asimilación de sus costumbres,
organización política, jurídica, social y, muy especialmente, la lengua (el
latín). Todo este proceso de asimilación se vio favorecido por la integración
de Hispania en el sistema económico del imperio y la cohesión territorial.
Además fue destacable el papel del ejército como medio de integración de los indígenas
y, como elemento fundamental, la extensión de la ciudadanía romana por el
emperador Caracalla a todos los hombres libres en el 212 d.C. A finales del siglo III d.C, se
iniciará un periodo de declive dentro del Imperio romano que durará más de dos
siglos y que pondrá las bases de un sistema de poder más atomizado: la Edad Media.
A continuación hacemos un recorrido por cada uno de los
aspectos que más contribuyeron a la romanización de la península Ibérica.
En
primer lugar veremos los aspectos político-administrativos. Los romanos comenzaron
a aplicar sus criterios de organización administrativa y delimitación política
del territorio. De este modo, el espacio hispánico fue dividido en diversas
circunscripciones para su mejor administración y control: las provincias. Cada una estaba dirigida
por un pretor asesorado por el Consilium
y se subdividían en conventos jurídicos
como centros judiciañes. Para la cuestión hacendística estaba el cuestor, que elaboraba el censo que
controlaba los impuestos.
Habían dos
tipos de provincias: senatoriales
(controladas por el Senado romano) o imperiales (controladas por el
emperador). Su número fue evolucionando a lo largo de la dominación romana.
Inicialmente fueron dos provincias: la Citerior
(zona más cercana a Roma) y la
Ulterior (zona más
lejana a Roma)
En la época
de Augusto (27 a.C)
se crearon tres provincias: Bética
(capital: Corduba), Lusitania
(capital: Emerita Augusta) y Tarraconense
(capital: Tarraco). Posteriormente, en el siglo IV d.C se subdividió en cinco
provincias: Tarraconense, Cartaginense,
Bética, Lusitania y Galecia. Posteriormente se añadieron la Baleárica
y la Mauritana-Tingitana.
En segundo lugar, con el
objetivo de controlar el amplio territorio, Roma se dotó de una excelente red
de comunicaciones. En Hispania, las vías principales eran la vía Augusta (conectaba la franja
mediterránea con Roma), la vía de la Plata y la vía Transversal. Estas calzadas se
convirtieron en ejes comerciales.
En lo que respecta a las ciudades
podemos afirmar que no sólo eran centros políticos-administrativos, sino
también económicos, sociales, culturales, etc. Podemos distinguir varios tipos
de ciudades:
-Colonias: son fundaciones romanas muy
populares, donde se encontraban edificios administrativos, teatros, coliseos,
acueductos y otros de utilidad pública.
Entre las
ciudades indígenas encontramos:
-Ciudades estipendiarias: tomadas por la fuerza y obligadas a pagar un estipendio o tributo, y sometidas al pretor.
-Ciudades estipendiarias: tomadas por la fuerza y obligadas a pagar un estipendio o tributo, y sometidas al pretor.
-Federadas: conservaban sus derechos,
pero están obligadas a prestar auxilio a Roma y facilitar víveres para el
ejército.
-Inmunes: disfrutaban de gran autonomía
y estaban exentas de pagar impuestos.
Por
otro lado, para la organización económica, se crearon grandes latifundios en manos de la aristocracia senatorial y se repartieron
tierras entre colonos, lo que supuso un crecimiento
de la producción agrícola (basada en la triada mediterránea: trigo, vid y
olivo). Hispania se convirtió en colonia comercial respecto a la metrópoli y
exportaba al resto del Imperio; a cambio, importaba productos
manufacturados. Las ricas minas
peninsulares pasaron a propiedad del estado.
En base a la organización social, el Imperio Romano era una sociedad
esclavista muy jerarquizada con distintos grados de derechos políticos y
jurídicos. Entre la población libre encontramos:
-el orden senatorial: ciudadanos romanos
dueños de latifundios.
-el orden ecuestre o caballeros:
aristocracias de los pueblos sometidos y que controlaban cargos políticos.
Poseían propiedades de tamaño meido y eran comerciantes y manufactureros.
-la plebe: formados por pequeños
propietarios agrícolas, artesanos y trabajadores libres.
Después
encontramos a los esclavos, que no
tenían derechos ni eran libres. En el año 212 d.C, Caracalla concede la ciudadanía
romana a todos los habitantes libres.
Finalmente señalar que el proceso de
romanización se completó con la asimilación de la cultura, las
costumbres, la religión y las leyes romanas
por los pueblos autóctonos.
El latín se extendió por todo el
territorio. Su difusión le permitió imponerse sobre las lenguas autóctonas
aunque no desaparecieron totalmente (euskera).
El uso del derecho romano sirvió para cohesionar
la sociedad y difundir los principios de justicia y convivencia. Todavía hoy es
uno de los fundamentos del derecho occidental.
La
dominación romana impuso también las creencias
religiosas propias del Imperio Romano. Se respetaron las creencias locales
pero era obligado el culto al emperador y a los tres dioses de Roma (Jípiter,
Juno y Minerva), conocidos como la Triada Capitolina.
A partir del S. III d.C se difundió el cristianismo, que en un principio fue
perseguido pero el Edicto de Milán (313 d.C) decretó la libertad religiosa y
reconoció legalmente el cristianismo, que pasó a convertirse en la iglesia
oficial del Estado con el emperador Teodosio I en el año 380.
También
podemos observar restos del dominio romano en infinidad de obras públicas como
acueductos, murallas, puentes, teatros, templos, etc.
Durante
el S. III, el Imperio Romano entra en un periodo de crisis en todos los
ámbitos debido a la dificultad de administrar territorios tan amplios. Los
elementos que caracterizaron a la crisis fueron: el debilitamiento del poder
imperial; el estancamiento de la expansión del Imperios, que trajo consigo el
fin de las grandes conquistas, que daban tierras y esclavos; la concesión del derecho de ciudadanía, que
disminuía los ingresos; guerras civiles; revueltas campesinas; la presión de
los pueblos germanos; los propietarios rurales huyeron a sus villas (ruralismo)
debido a la inseguridad y el pueblo
buscó la protección de terratenientes a cambios de entregarles sus tierras y
trabajo.
Todos estos
factores minaron la cohesión y fortaleza del mundo romano. La consecuencia fue un imperio atomizado sin
una autoridad central fuerte capaz de mantener la unidad y defender las
fronteras. La Edad Media
se va abriendo paso tanto en Europa como en Hispania.
A modo de conclusión podríamos señalar que pese a la decadencia cultural
que supuso la invasión visigoda de la península los elementos que conformaron la Hispania Romana pervivirán, tal
es así que algunas de las
características esenciales que hemos visto – lenguas romances, religión
cristiana, principios políticos y judiciales –han ido configurando las
sucesivas sociedades que se han asentado sobre el suelo peninsular y forman
parte de nuestras raíces culturales.
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