LA POLÍTICA EXTERIOR DE
CARLOS V Y FELIPE II
En esta pregunta tenéis que hacer la introducción,
quedaos con los acontecimientos que definen la política exterior de ambos reyes
y hacer la conclusión.
CARLOS V: POLÍTICA
INTERIOR Y EXTERIOR
Los monarcas que reinaron en
los reinos hispánicos durante la mayor parte del siglo XVI, pertenecientes a la
dinastía de Habsburgo (también denominada Casa de Austria), se convirtieron en
los más poderosos de la época, llegando a formar un imperio gigantesco gracias
a las herencias derivadas de la política matrimonial de los Reyes Católicos,
las guerras y la colonización del Nuevo Mundo. El primero de estos reyes fueCarlos
I, que reinó desde 1517 a 1556.
En este periodo los reinos
hispánicos, sobre todo Castilla, vieron cómo su monarca le involucraba en
problemas que poco o nada tenían que ver con sus intereses. Esto se tradujo en
la participación en innumerables guerras fuera de nuestras fronteras,
aunque no faltaron algunos incidentes internos. Las victorias
en los campos de batalla no significaron una mejoría en la vida de los
españoles. Al contrario, se puede afirmar que el estado casi permanente de
guerra produjo a partir de mediados del siglo un estancamiento demográfico y
hundió la economía. Es importante señalar que este reinado supuso otro paso
adelante en la creación del futuro Estado español, por cuanto que los reinos
hispánicos compartían a un mismo rey. También hay que destacar que continuó el
proceso de fortalecimiento de la autoridad de los reyes, quienes en este siglo
ya casi disfrutaban de poderes absolutos.
La
política interior
Carlos I era hijo de Felipe
el Hermoso, heredero de las posesiones de Borgoña y favorito para el Sacro
Imperio, y de Juana, hija mayor y heredera de los Reyes Católicos. La muerte de
su padre y la incapacidad de su madre dejaron en sus manos una combinación de
reinos y territorios que le convirtieron en el monarca más poderoso de su
tiempo.
En 1516 Carlos I (1500-1558)
fue proclamado rey de Castilla y un año después llegó a España procedente de
los Países Bajos. El joven rey asumía la importante herencia territorial de los
Reyes Católicos: Castilla, Aragón y Navarra, además de todos los restantes
territorios que estos reinos poseían en Italia, el norte de África y América.
La herencia de su padre,
Felipe el Hermoso (el Franco Condado y los Países Bajos), ya había pasado a su
poder en 1515. Al morir su abuelo Maximiliano de Austria (1519) heredó sus
posesiones en Alemania y Austria, además de los derechos al título de emperador
del Sacro Imperio.
Es cierto que su legado era
un conjunto heterogéneo de territorios que solamente tenían en común a su
monarca y que se hallaban dispersos por el mapa europeo y extraeuropeo. Pero
dichos elementos de desunión se contrarrestaron con una política integradora que
tenía dos objetivos principales: el mantenimiento de la unidad religiosa en torno
al catolicismo y la idea de una monarquía universal, una idea
heredada de la Edad Media.
Carlos I llegó a España
rodeado de un grupo de consejeros extranjeros, principalmente flamencos. Ello
dificultó su aceptación por las Cortes castellanas, donde además se suscitaron
problemas de legitimidad al vivir todavía su madre, y lo mismo ocurrió en la
Corona de Aragón. Solventó estas dificultades gracias a la concesión de
numerosas prebendas[1]
y recompensas.
Mientras el monarca se
ocupaba de consolidar su gobierno en España, murió su abuelo Maximiliano de
Austria (1519), dejándole abierta la candidatura al título de emperador.
Inmediatamente marchó a Aquisgrán para ser coronado como Carlos V. En estos
momentos el rey valoraba más sus posesiones flamencas y alemanas que las
españolas. Mientras estaba en Alemania tuvieron lugar dos graves
acontecimientos en España:
§
En Castilla se extendió el malestar porque este
reino pagaba la elección de Carlos como emperador. Además, se sumó la oposición
al nombramiento de extranjeros para los altos cargos de Castilla. Las
fricciones del monarca con las Cortes y el malestar por el aumento de la
presión fiscal provocaron la revuelta de las Comunidades (1520).
Se llamó así porque la protagonizaron las ciudades castellanas (comunidades de
villa y tierra) que se negaron en Cortes a pagar más impuestos.
La revuelta tuvo
un carácter político. Se extendió por gran parte de Castilla, favorecida por el
vacío de poder por la ausencia del rey. El cariz social y antiseñorial que fue
adquiriendo la revuelta impulsó a la nobleza a apoyar al emperador; sus tropas
y las del emperador derrotaron a los sublevados en Villalar (1521). Se
restableció la autoridad imperial, que ya no volvió a ser cuestionada en
Castilla.
§
Casi a la vez se produjo en Valencia y Mallorca
la revuelta
de las Germanías (1519-1522), que fue un conflicto social y no
político. Se inició en 1520, al aprovechar los gremios de Valencia el vacío de
poder dejado por la huida de las autoridades de la ciudad a causa de la peste.
Fue una pugna entre la burguesía media urbana (artesanos) y la nobleza por el
control de las ciudades de realengo[2],
pero también fue una lucha entre campesinos y señores en el mundo rural.
Además, se añadió pronto la guerra religiosa con matanzas de moriscos[3],
a los que los agermanados acusaban de colaborar con los nobles. En 1522, los
nobles, con apoyo de tropas castellanas, derrotaron a los sublevados.
El resultado de ambos conflictos reforzaron la monarquía, tanto por la
supeditación de las Cortes como por la dependencia de la nobleza, que
necesitaba del ejército real para contener el malestar social. Por su parte, el
rey se dio cuenta de la importancia de los territorios hispanos en el entramado
de su monarquía (España era el Estado más dinámico y de economía más potente de
Europa) y decidió gobernar apoyándose en numerosos consejeros españoles.
La
política exterior
La política exterior de Carlos V estuvo más marcada por los intereses
dinásticos de los Austrias que por los de los reinos españoles. Carlos V no
estableció una capital de su monarquía: siempre mantuvo una corte
itinerante y se trasladaba allí donde surgían problemas.
Por otra parte, el monarca mantenía un pensamiento medieval sobre la
organización de la política europea. Su ideal era una monarquía universal y
cristiana dirigida por un doble poder: el espiritual, que concernía al papado,
y el terrenal, que correspondía al emperador. Desde esta perspectiva se
explican los principales problemas de su reinado: el enfrentamiento con Francia
y con los turcos, y la lucha contra la expansión del protestantismo.
§
La idea de la monarquía universal se enfrentaba
a la oposición
de Francia, la otra gran potencia de Europa. Los problemas se
remontaban a la época de los Reyes Católicos. Durante el reinado de Carlos V
ambos países se enfrentaron en el norte de Italia (el Milanesado) y en Flandes
y Borgoña. Carlos V quería neutralizar a Francia y desalojarla definitivamente
de Italia. La superioridad militar española se mostró en la batalla
de Pavía (1525), donde cayó prisionero el rey francés Francisco I. El
conflicto prosiguió después en Italia, pues Francia se había aliado con el papa
Clemente VII. Ello provocó el saqueo de Roma por las tropas de
Carlos V (1527) y la firma de la Paz de Cambrai (1529). Pero la
victoria definitiva sobre Francia no llegó hasta la Paz de Cateau-Cambrésis,
en 1559, que firmó su hijo Felipe II.
§
La otra gran amenaza para la monarquía y para la
cristiandad en general era el Imperio otomano. Desde el siglo XV
los turcos habían iniciado una expansión por los Balcanes, amenazando las
posesiones imperiales en Austria. También amenazaban el Mediterráneo occidental
y apoyaban la piratería que, desde el norte de África, asaltaba las rutas
comerciales y los puertos de los territorios cristianos. Las actuaciones de
Carlos V, en especial la conquista de Túnez (1535), no solucionaron el
problema.
§
Pero el asunto más grave fue la expansión
del protestantismo, que representó la ruptura de la unidad de la
Iglesia católica. El hecho de que su principal líder –Martín Lutero– fuese
alemán y predicara en el Sacro Imperio representó un grave problema para Carlos
V, pues la Reforma socavaba una de las bases de su monarquía: la unidad
cristiana. Los intentos de conciliación, en la Dieta imperial[4]
de Worms (1520) fracasaron. El peligro se agravó al aceptar algunos príncipes
alemanes la doctrina de Lutero; rápidamente, el protestantismo se expandió por
Alemania y Flandes.
La lucha contra el
protestantismo se convirtió en la principal preocupación del emperador. Los
príncipes protestantes alemanes formaron una alianza denominada la Liga
de Smalkalda (1531), que fue derrotada en la batalla de Mühlberg
(1547), donde ya participaron los tercios[5]
españoles. Pero el acuerdo no llegó hasta la Paz de Augsburgo (1555)
que concedió libertad religiosa a los príncipes y supuso el fracaso definitivo
de la idea de unidad religiosa en el continente.
Tras el fracaso de la unidad religiosa sancionado por la paz de
Augsburgo, Carlos V decidió renunciar a la corona. Dividió sus posesiones entre su
hijo Felipe y su hermano Fernando. Al primero le otorgó el núcleo central
de su imperio: la Monarquía Hispánica, a la que sumó los territorios borgoñones
en los Países Bajos y el centro de Europa. A su hermano le dejó los territorios
de la casa de Austria en Alemania y el título de emperador del Sacro Imperio.
Después, Carlos se retiró al monasterio de Yuste, en Extremadura, donde pasó
sus últimos años.
FELIPE II: POLÍTICA
INTERIOR Y POLÍTICA EXTERIOR
Felipe II comenzó su reinado en 1556. Los grandes objetivos de su
política interior y exterior fueron: la defensa del catolicismo y el mantenimiento
de la hegemonía dinástica en Europa.
Concedió la máxima importancia a los reinos hispánicos. De hecho,
gobernó desde España, donde instaló una capital administrativa, Madrid,
que se convirtió en el centro de decisiones de la monarquía. Desde 1559, solo
estuvo fuera de España entre 1580 y 1583, período en el que instaló la corte en
Lisboa. El rey era español y sus principales consejeros también. Castilla
continuó siendo el principal soporte del monarca y el reino de más peso
económico y político. No obstante, a menudo prevalecieron los intereses de la
casa de Austria sobre los propiamente españoles.
Para gobernar su enorme imperio se valió de una compleja
administración y de un poderoso ejército permanente. El rey gobernó
personalmente, al frente de una administración enorme y compleja.
La
política interior
A pesar del enorme poder que poseyó, Felipe II tuvo que hacer frente a
varias rebeliones internas importantes.
§
La primera fue la sublevación de los moriscos de
las Alpujarras (1568). La presencia morisca constituía un problema
religioso, pues, aunque se habían convertido al cristianismo para permanecer en
España, se sospechaba que su conversión era falsa y la mayoría conservaba su
lengua y sus costumbres. Su presencia era también un problema político, ya que
podían convertirse en aliados de los piratas berberiscos que asaltaban la costa
y se creía que esperaban una invasión turca para unirse a ella.
Los moriscos se
levantaron en 1568 contra el trato discriminatorio que recibían. Fue una
sublevación esencialmente rural que acabó convertida en una guerra atroz. La
rebelión fue aplastada en 1570 por don Juan de Austria, quien aplicó una dura
represión. Unos 80.000 moriscos fueron deportados a otras regiones castellanas,
con lo que amplias zonas del antiguo reino granadino quedaron despobladas.
§
En 1591, se produjeron las llamadas alteraciones
de Aragón. Su origen se hallaba en las disputas del rey con el Justicia Mayor de Aragón[6],
porque, a menudo, las políticas del monarca chocaban con los privilegios
forales aragoneses. La nobleza aragonesa se oponía al creciente intervencionismo
del rey y acudía a menudo al Justicia.
A estos problemas
se sumó el caso de Antonio Pérez, antiguo secretario del rey que había sido
condenado a prisión en Madrid. Pero logró huir y refugiarse en Aragón, donde se
amparó en el derecho foral. Para detenerle el rey le acusó de hereje, lo que
suponía la intervención de la Inquisición. Los aragoneses le protegieron y
provocaron diversas revueltas. La llegada del ejército real restauró el poder
del rey, pero este no suprimió los fueros ni anuló las instituciones propias
del reino.
Otro problema grave fue el del bandolerismo, muy activo en la
Corona de Aragón, especialmente en Cataluña.
También durante el reinado de Felipe II se agravaron los problemas que
la Hacienda arrastraba a causa de la costosa política exterior. En 1557 se
declaró la primera bancarrota y se transformó la deuda en títulos: los juros[7].
La
política exterior
Felipe II mantuvo los principios que inspiraron la política de su
padre: la conservación de la herencia dinástica, el mantenimiento de la
hegemonía en Europa y la defensa del catolicismo. No obstante, la escena
europea había cambiado y nuevos problemas amenazaban a la monarquía.
§
La rebelión de Flandes fue el problema
fundamental de Felipe II. El conflicto comenzó a gestarse cuando el monarca
quiso gobernar el territorio con los principios absolutistas con que gobernaba
Castilla. Ello suscitó la inmediata oposición de las oligarquías nobiliarias
autóctonas, a la que se unió pronto la religiosa. El calvinismo[8]
se había difundido con éxito por las provincias del norte; los intentos del rey
por contener su expansión mediante el empleo de la Inquisición fueron inútiles.
Al contrario, la política represora enconó los ánimos de los calvinistas y de
algunos nobles que se rebelaron contra el monarca en 1566.
Para solucionar el
conflicto, Felipe II optó por la represión: envió un potente ejército al mando
del duque
de Alba, que sometió duramente a los sublevados y ajustició a sus
líderes. Pero esta actuación significó también el inicio de un feroz conflicto
armado que duró ochenta años. Durante la década de 1580 parecía que España iba
a someter a los rebeldes gracias a las victorias militares de Alejandro
Farnesio, pero no pudo impedir que dos provincias del norte –Holanda y
Zelanda– consiguiesen la independencia de facto y que paulatinamente se les
sumasen otras provincias. Los territorios rebeldes independientes pasaron a
llamarse Provincias Unidas, y se convirtieron en una de las grandes
potencias marítimas del mundo y uno de los grandes rivales de España.
Los costes del
conflicto de Flandes repercutieron muy negativamente sobre la economía y
erosionaron la hegemonía española en Europa.
§
Otro gran foco de conflictos fueron las relaciones
con Inglaterra. Este país había sido un aliado tradicional de España
con Carlos I, y el propio Felipe II fue rey consorte inglés gracias a su
matrimonio con la reina María I Tudor. Sin embargo, esta
reina murió sin descendencia y su sucesora, Isabel I, desató la
hostilidad contra la Monarquía Hispánica.
Inglaterra estaba
comenzando su expansión marítima y colonial, y no admitía el monopolio
comercial que España se arrogaba sobre América. Por ello, los ingleses lanzaron
ataques corsarios contra los barcos españoles. La piratería inglesa creció
ostensiblemente entre 1560 y 1585, a pesar de que los dos países no estaban en
guerra. Además, Isabel I, que era una ferviente protestante, optó desde un
principio por apoyar a los rebeldes flamencos, tanto por su oposición al
catolicismo como por desgastar económica y militarmente a la Monarquía
Hispánica.
Para cortar la
ayuda inglesa a los sublevados flamencos, Felipe II organizó la invasión de
Inglaterra con una gran flota, la Armada Invencible. La expedición
acabó fracasando 1588, y además de acrecentar el poder naval inglés, impidió
solucionar el problema de Flandes.
§
El enfrentamiento contra los turcos fue
el tercer gran problema de la política exterior. El imperio otomano se estaba
expandiendo por el Mediterráneo –conquista de Túnez en 1571– al tiempo que
aumentaban los ataques de los piratas berberiscos sobre los barcos y los
puertos españoles. Para frenar a los turcos se gestó una alianza entre el
papado, Venecia y Felipe II –la llamada Liga Santa (1570)–. Lograron reunir
una gran flota que, bajo el mando del español don Juan de Austria, derrotó a
los turcos en la batalla naval de Lepanto (1571). Esta derrota frenó el avance
turco y rompió el mito de la invencibilidad otomana, pero no significó el final
de la amenaza turca en el Mediterráneo.
El elemento más positivo de la política exterior de Felipe II fue la unión
con Portugal –la llamada unión ibérica– en 1580. El rey era nieto del
rey portugués Manuel I el Afortunado, por lo que, al quedar vacante el trono
portugués en 1580, Felipe II reivindicó sus derechos. Los que se oponían
–algunas familias nobiliarias y sectores populares– fueron derrotados
militarmente, pero el rey supo, además, ganarse el apoyo de la clase dirigente
portuguesa, que buscó en Felipe II protección para su comercio colonial. De
esta manera se conformó el mayor imperio territorial y marítimo que había existido
hasta entonces.
[3]Moriscos: población musulmana de España que se había convertido
al cristianismo para permanecer en el país, pero que en realidad mantenían su
religión y costumbres.
[4]Dieta
imperial: en el Sacro imperio era la
asamblea o Parlamento formado por los príncipes y las ciudades que dependían
directamente del emperador. Entre sus funciones estaba la elección del mismo.
[5]Tercios: unidad militar española formada por compañías de
piqueros, mosqueteros y arcabuceros. Su eficacia se basaba en el empleo
conjunto de estas armas. Eran tropas profesionales que constituyeron durante el
siglo XVI y primera mitad del XVII la élite de la infantería europea.
[6]Justicia Mayor
de Aragón: magistrado superior del
reino de Aragón, intérprete de los fueros y juez del contrafuero (delito
consistente en la violación de los fueros por el rey o sus oficiales).
[7]Juro: renta derivada de un préstamo a la corona, o
concedida por esta como pago de servicios o como merced.
[8]Calvinismo:
doctrina protestante que se fundamenta en la obra
de Juan Calvino (1509-1564). Aporta un nuevo modelo de Iglesia en el que los fieles
eligen a los pastores y se rigen por una estricta disciplina. Se extendió
principalmente por Suiza, los Países Bajos y las islas Británicas.
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